Que una película de Wes Anderson llegue a los cines tucumanos es todo un acontecimiento, por más que del estreno mundial de “El Gran Hotel Budapest” hayan transcurrido largos meses. La pantalla grande es el hábitat natural de los filmes de Anderson, prodigios visuales que valen la pena ser disfrutados al detalle. Y “El Gran Hotel Budapest” se inscribe en esta feliz tradición. Vale apreciar el manejo del color y los detalles en los decorados en los que Anderson trabajó minuciosamente.
La historia se inscribe en la Europa de entreguerras y está focalizada en la relación que entablan el recepcionista M.Gustave (Ralph Fiennes, extraordinario) y un joven empleado. El desfile de estrellas es incesante y no faltan actores fetiche de Anderson, como Bill Murray, Owen Wilson y Jason Schwartzman.
La puesta y los diálogos son activos de cada filme de Anderson, desde “Los excéntricos Tenenbaums” y “Vida acuática” hasta “Viaje a Darjeeling”. Descifrar los códigos de las comedias de Anderson es todo un desafío, potenciado aquí por la riqueza del entramado histórico y el origen del texto (basado en una obra del escritor austríaco Stefan Zweig).
“Me interesaba esa idea de la Europa del este que uno se hace a través de las películas americanas, como las de Lubitsch o Fritz Lang, que son directores que llegaron de esa zona a trabajar en California. Siento que, de alguna manera, ‘El Gran Hotel Budapest’ conecta con su obra”, explicó Anderson.
¿Y a qué se debió la elección de Fiennes para el protagónico? “Algunos de los personajes que ha interpretado a lo largo de su carrera tenían algún rasgo cómico, que me indicaban que podría funcionar para el papel”.